lunes, 20 de septiembre de 2010

HECHOS Y CIFRAS.
Las estadísticas hablan por sí mismas. La población de ballenas azules del Antártico está a menos del 1 por ciento de su abundancia original, a pesar de 40 años de protección total. Algunas poblaciones de ballenas se están recuperando, pero otras no. Solamente en un caso, el de la ballena gris del Pacífico oriental, se cree que ha recuperado su abundancia original, y su pariente más cercano, la ballena gris del Pacífico occidental, es la más amenazada del mundo: se encuentra al borde de la extinción, con tan sólo 100 ejemplares.

Datos recientes obtenidos mediante muestras de ADN reflejan que el impacto de la caza comercial de ballenas puede ser incluso peor de lo que se pensaba. La mayoría de las estimaciones en relación al volumen de la población histórica de ballenas provienen de datos antiguos, y son probablemente muy imprecisos, según el biólogo marino Steve Palumbi de la Estación Marina de la Universidad de Stanford en California, EE UU.

En 2003 Palumbi y sus colegas utilizaron muestras de ADN con el fin de calcular si la población de ballenas yubartas podría haber alcanzado la cantidad de 1,5 millones antes del inicio de la caza comercial de ballenas en el siglo XIX. Esta cantidad hace pequeña la cifra de 100.000 ejemplares aceptada previamente por la CBI según los registros balleneros del siglo XIX. Actualmente existen solamente unas 20.000 yubartas.


 La caza de ballenas no es la única amenaza para estas especies. Los océanos, o más aún, el impacto humano sobre los océanos, han cambiado dramáticamente durante el medio siglo transcurrido desde que las ballenas están protegidas. Entre las amenazas ambientales conocidas para las ballenas destacan el cambio climático global, la contaminación, la sobrepesca, el debilitamiento de la capa de ozono, el ruido provocado por dispositivos de sonar, y las colisiones con embarcaciones. La pesca a escala industrial supone una amenaza para la disponibilidad de alimento delas ballenas y un riesgo físic al quedar enganchadas éstas en las redes de pesca.

Si estabas pensando en comer ballena, piénsatelo bien – la grasa procedente de ballenas algunas áreas está tan contaminada con insecticidas organoclorados como los PCB (policlorodifenilos) y pesticidas que ¡podría clasificarse como residuo tóxico! Se sabe que los organoclorados dañan el desarrollo infantil y tienen un efecto negativo en la reproducción.

A pesar de estas amenazas, un número cada vez mayor de países de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) votan a favor de la reanudación de la caza comercial de ballenas. Entre los nuevos y entusiastas miembros de la CBI destacan Benin, Gabón, Tuvalu y Nauru. Obviamente estos nuevos miembros y sus votos no reflejan un cambio en la opinión pública mundial. Estos países han sido reclutados para la CBI por el Gobierno japonés y votan bajo lo que se denomina un “programa de consolidación de votos” por la Agencia de Pesquera de Japón. 

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