martes, 19 de octubre de 2010

CAZA DE ELEFANTES



"La tasa de muerte de elefantes por la caza furtiva en África es de un 8 por ciento anual según estudios recientes, más alta que la tasa de muerte de un 7,4 por ciento anual que llevó a la prohibición internacional sobre el comercio de marfil casi 20 años atrás", explica Samuel Wasser, profesor de biología de la Universidad de Washington.

Ese promedio de muertes por la caza furtiva a finales de los años 80 se calculaba tomando como base una población que alcanzaba más de un millón de ejemplares. Actualmente, la población de elefantes africanos está por debajo de los 470.000.
Si se mantiene el mismo ritmo, ya no habrá más elefantes que los encerrados en parques zoológicos y en áreas pequeñas de su hábitat natural protegidas con cercas y con otras medidas extremas de seguridad.
La situación de los elefantes ha tomado un rumbo que podría significar la extinción para el 2020 de la mayor parte de los grandes grupos en libertad que aún quedan, a menos que surja de nuevo una firme presión pública capaz de traer como resultado la intensificación de la aplicación de las leyes.
Los autores de este estudio son Wasser, William Clark del grupo de trabajo de la Interpol centrado en los delitos contra la fauna, Ofir Drori de la LGAO (Last Great Ape Organization) en Camerún, Emily Kisamo de la LATF (Lusaka Agreement Task Force) en Kenia, Celia Mailand de la Universidad de Washington, Benezeth Mutayoba de la Universidad de Sokoine en Tanzania, y Matthew Stephens de la Universidad de Chicago.
El laboratorio de Wasser ha desarrollado herramientas para trabajar con el ADN, gracias a las cuales es posible averiguar de qué población de elefantes proviene el marfil. Eso es importante, porque a menudo los cazadores furtivos atacan los elefantes en un país determinado, pero embarcan el marfil desde una nación adyacente para dificultar las pesquisas policiales.
Por ejemplo, 6,5 toneladas de marfil decomisadas en Singapur en 2002 fueron enviadas desde Malawi, pero el seguimiento del ADN demostró que el marfil procedía de un área ubicada en Zambia. Del mismo modo, un cargamento de 3,9 toneladas en 2006 decomisado en Hong Kong, se había enviado desde Camerún, pero las pruebas de ADN demostraron que procedía de un área ubicada en Gabón.
Las evidencias obtenidas en las confiscaciones recientes han demostrado de modo concluyente que el marfil no proviene de un área geográfica muy amplia, sino que los cazadores se concentran en manadas específicas. "Con esa información", explica Wasser, "las autoridades pueden aumentar sus esfuerzos hacia el cumplimiento de la ley y concentrarlos en las áreas específicas donde tiene lugar la caza furtiva y, así, evitar las matanzas de elefantes. Pero eso sólo será posible con la suficiente presión de la opinión pública para la reunión de fondos que permitan un esfuerzo internacional mucho mayor para detener la caza furtiva".

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